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domingo, 15 de septiembre de 2019

DESDE LA PEÑA SAN BENITO QUEREMOS FELICITAR A LA SELECCIÓN ESPAÑOLA POR SI MUNDIAL






Redacción, 15 sep. 2019.- ¡España es Campeona del Mundo! La selección masculina de baloncesto derrotó a Argentina por 75 a 95 y revive un sueño que hace unas semanas era impensable para muchos, pero que la eleva a un nivel superior situándola entre las mejores selecciones de la historia.

El triunfo es historia del deporte español. En 2006 creímos tocar la gloria, en 2008 y 2012 soñamos con los ojos despiertos con el Olimpo de los triunfos, pero en 2019 la selección más terrenal ganó mucho más que un campeonato… ganó el respeto y la admiración de un país al que ha conquistado transmitiendo valores que escapan al deporte. Lo dijo Ricky Rubio al terminar el campeonato: "Sabemos que esto es sólo deporte, que la vida es mucho más que el deporte, pero espero que sirva a mucha gente para superar los baches que hay en la vida". Seguro que es así.

Todo comenzó en Montenegro en noviembre de 2017. En pleno invierno climatológico y deportivo con muchas ausencias. Sin embargo, la selección española demostró ser más que 12 jugadores y ha demostrado que con esperanza y coraje todo puede suceder. Esa lección es maravillosa porque alimenta los sueños de los niños y niñas que hoy disfrutan de sus ídolos soñando con poder, algún día, ser ellos los que tengan la dorada realidad que hoy disfrutan Quino Colom, Rudy Fernández, Pau Ribas, Ricky Rubio, Víctor Claver, Marc Gasol, Willy Hernangómez, Pierre Oriola, Xavi Rabaseda, Sergio Llull, Javier Beirán y Juancho Hernangómez. ¡Gloria eterna para todos ellos!

(Foto FIBA)



Creer siempre merece la pena

Se llegó a China con más dudas en el exterior que en el corazón del equipo. Se hablaba de lograr plaza para el preolímpico y el objetivo era el billete directo. En las noches se soñaba con pelear por una medalla, pero solo unos pocos imaginaron tocar la gloria.

Durante 15 días (algunos pensarán que incluso mucho tiempo atrás) este grupo ha escrito a la perfección un manual de resiliencia porque ha superado dudas, soportando golpes, escalando peldaños de confianza y derribando muros para alcanzar la cima del baloncesto mundial.

El triunfo también es una oda a la resistencia. Porque tantas veces se le dio por muerta y enterrada a esta Selección, que ya quedó olvidado el epitafio que todos sus críticos escribieron en su lápida deportiva. Y todo porque durante dos semanas este grupo de jugadores y equipo técnico liderado por Sergio Scariolo ha demostrado a todo el planeta que quizá no sea el más físico o el más talentoso, pero que en el mundo del baloncesto no hay animal competitivo que se compare a España.

(Foto FIBA)



Atacar con cabeza al corazón

El manual de toda final indica que hay que entrar en ella intenso y acertado, España lo sabía y lo cumplió a rajatabla. La sorpresa en el quinteto, Pierre Oriola, abría el marcador de la final; Ricky sumaba con su característico tiro desde el codo del tiro libre y un triple frontal de Marc Gasol cerraba un parcial inicial de 7-0. Éste ya hubiera sido de por sí muy positivo, pero España quería atacar el corazón de la defensa argentina como le pidió Scariolo y no sólo tuvo acierto ofensivo, sino abre reboteadora (seis rebotes más que su rival en el primer cuarto) para incrementar la ventaja hasta un 12-2 antes de que Sergio Hernández pidiera el primer tiempo muerto del encuentro.

La renta llegó a ser de 12 puntos cuando Nico Brussino anotó dos triples seguidos. El alero fue el responsable de los ocho primeros puntos de su equipo y, sin duda, que su aparición fue el mejor calmante para los nervios argentinos. Estos fueron poco a poco encontrando el ritmo para frenar el ataque español y una recuperación bandeja final de Campazzo confirmó que la dinámica había cambiado, el tiempo muerto ahora lo pedía Scariolo para frenar la reacción de su oponente (10-14).

Por momentos la intensidad creció en ambos y en ese campo Argentina demostró ser superior. España llegaba bien a tener opciones de tiro, pero no remataba y eso era una bendición para la albiceleste que, como siempre hizo en todo el campeonato, salió al contraataque para ponerse a un punto.

Pau Ribas con un triple esquinero rompió el mal momento. Ese era el lunar de la defensa argentina y el camino que debía explotar la selección con la fórmula de los tres pequeños en el perímetro español. Los cinco puntos del base blaugrana provocaron que el acordeón con el que empezó la final ahora sonriera a una España que volvía a crecer con los cambios y se marchaba a un favorable 23 a 14.

(Foto: FEB)



Argentina resiste en espera de Scola

Argentina mordía en defensa, presionaba cada línea de pase alejando del aro a España y eso era un problema porque rompía el habitual juego de pick and roll y no había opciones de meter el balón interior. Sin embargo, en ataque el trabajo defensivo no tenía recompensa porque Luis Scola seguía desaparecido (acabó el primer cuarto sin anotar). Por más que España estuviera incómoda, cuando encontró Rudy Fernández el acierto desde el triple, la selección se escapó hasta un esperanzador 31 a 14.

Sin su líder espiritual, otros jugadores asumieron mayores responsabilidades en ataque y así Nico Laprovittola (nueve puntos en el segundo cuarto,) despertó para recordar a los españoles que no estaban de comparsa en la final y que deberían sudar sangre para sumar cada punto en el encuentro. El nuevo base del Real Madrid colocó a 10 a Argentina con siete puntos seguidos.

Era el momento de los segundos espadas y eso no era mala noticia para el equipo español que tuvo la virtud de navegar por encima de la decena de ventaja aún sin jugar sus mejores momentos. Los minutos fueron cayendo y parecía que nada ocurría hasta que dos fallos de España provocaron que Argentina bajase de esa siempre psicológica barrera deportiva con un mate de Gabriel Deck (29-37). Una vez más Argentina era feliz en el barro de la defensa y pisando el acelerador en ataque.

El partido estaba en el ataque español. Siempre que anotaba, también respiraba en defensa, pero sufría para contener a los bases argentinos cuando fallaba. Era pues, una cuestión de tener fe y paciencia porque se podía fallar en ataque, pero se debía elegir muy bien dónde, cuándo y cómo lanzar, para que el error no fuera doble. Eso lo entendieron los titulares que, en su vuelta a la cancha, pisaron más la zona para asegurar los puntos y estirar la ventaja frente a una Argentina que, cuanto menos, encontró en la línea de tiros libres el salvoconducto para llegar muy viva al descanso (31-43).

(Foto FIBA)



El tiki taka

Si por algo destacó España en esta Copa del Mundo fue por ser un viejo zorro competidor como pocos y frente a un par de gestos desesperados de algunos de sus rivales esbozó una sonrisa cuando Ricky Rubio conectó a en dos ocasiones con Marc Gasol y Juancho Hernangómez para que el equipo alcanzase una máxima diferencia de 19 puntos (33-42).

Durante la preparación y los primeros partidos, el rebote fue el principal dolor de cabeza de Sergio Scariolo, pero en la final fue el elemento martilleante con el que castigo a su adversario. Las segundas oportunidades alimentaron los primeros puntos, mantuvieron la renta cuando despertó argentina y fue lo que comenzó a desquiciar a los Scola y compañía. El aspecto deportivo había puesto en favor a la selección española, pero ahora también entraban otros aspectos psicológicos que comenzaron a caer de la balanza española.

Ricky, MVP del torneo, leyó a la perfección el momento y tras sus pases de mago sacó la escuadra y el cartabón para dibujar el mejor escenario para el equipo. Su dos más uno, sencillamente demostró la superioridad española en el encuentro (33-55).

Muchos podrían pensar que eso era más que suficiente para acabar con el rival, otros podrían creer que de Argentina sólo quedaba el orgullo ¡Pero qué orgullo! Un triple de Deck, una recuperación y otro triple de Campazzo dieron un tirón de orejas a España avisándole que la final no estaba ni mucho menos decidida.

Scariolo calmó nervios y recordó al equipo del beneficio que le suponía estar en bonus. Todos en la pista sabían de la ventaja menos Gallizzi quien regaló dos faltas cortando el buen momento de sus compañeros. Una magnífica canasta tras reverso de Claver devolvía la veintena de puntos de ventaja antes de que Scola se estrenase en el partido. Fue en el minuto 26 de la final y desde la personal. Que tu estrella y gran emblema generacional tuviera tan discreta actuación era síntoma de muchas cosas, pero, sobre todo, del buen funcionamiento defensivo y táctico de los españoles.

El guion de partido obligó a Argentina a demostrar todas sus cartas e incluso mostrar algunas que seguramente no quisiera poner sobre la mesa. Quiso tocar a la puerta de los nervios con una zona press a todo el campo que se volvía en individual cuando cruzaba el medio campo. Pero ni eso fue resultado. Los tapones de Claver y Willy Hernangómez ejemplificaban que España ganaba en defensa, crecía en defensa… disfrutaba en defensa.

(Foto FIBA)



Un depredador competitivo

España había hecho lo más difícil que era llevar al límite a Argentina. Una selección con un corazón que late con la misma fuerza que el español y un orgullo que le impide entregar un partido por más que la lógica del resultado y el tiempo indique lo contrario (49-68 minutos 31). Ahora sólo tenía que hacer que el partido transitara sin más historia que contar… y eso es algo que domina a la perfección.

No lo pareció cuando dos balones perdidos volvieron a encender la luz de la esperanza argentina (56-68) a siete minutos del final. Un parcial de 7-0 despertó de la anestesia a Argentina y llevó una lógica intranquilidad a su rival porque la albiceleste estaba volcada en un objetivo y ya no tenía nada que perder. Sin frenos, pero con acierto.

Fue entonces cuando España se refugió en sus dos bases y Ricky y Llull repitieron la fórmula que más réditos ofreció: atacar el pick and roll central. Además, en defensa Pau Ribas regresó para desgastar más a los exteriores argentinos y esos dos ajustes valieron para devolver a los españoles una ventaja tranquilizadora tras el triple desde la esquina de Juancho (59-76). La esquina volvía a dar puntos para España.

Argentina jugó toda la segunda parte en el alambre, de ser cualquier otra selección se hubiera caído al abismo de la decepción, pero su constancia le mantuvo a base de robar balones y anotar tras acciones de coraje (y algo más). Gracias a la anotación de Laprovittola y Deck llegó a situarse a 12 puntos e incluso Scola tuvo un triple, a cuatro minutos del final, para ponerse a nueve puntos de diferencia. De haber entrado, la historia de la final podría haber cambiado. No lo hizo y, poco a poco, el hilo del alambre fue haciéndose más fino hasta que ya no quedó cuando Llull puso el 70 a 90 a dos minutos del final.

Después de un largo camino cuyo inicio se perdió en el tiempo, la España más terrenal y con más corazón ganó la Copa del Mundo más increíble. Ya saben, soñar siempre merece la pena.

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